Esta semana se iniciaba con una noticia importante que afecta a la comercialización de libros electrónicos en un país europeo. Italia ha decidido rebajar el IVA de los libros electrónicos desde un 20% a un 4%, unificando así los formatos papel y digital.
Esta medida que nos tendría que dibujar una sonrisa en el rostro, ha generado, sin embargo, bastante discusión en las Redes Sociales y los blogs profesionales. El motivo es que para poder aplicar este cambio de impuesto en el eBook comprado éste debe tener un número de ISBN. Lo que beneficia al comprador, perjudica al editor, comentan, ya que el registro no es gratuito y hay que abonarlo a la Agencia del ISBN italiana. Tampoco beneficia a la autoedición, que hasta ahora se movía por los canales comerciales sin ningún tipo de registro.
Cuando uno compra un coche, para unos artículo de lujo, para otros producto de primera necesidad porque de ello, quizá dependa su trabajo, no se plantea nadie esta polémica: se paga el impuesto del 21% en el coche, se paga la matriculación para poder circular con él y se paga el impuesto de circulación. ¿Por qué sin embargo nos espantamos con la necesidad de pagar un ISBN para un libro?
La cultura digital nos ha conducido a pensar que todo es gratis en las redes y que se puede adquirir cualquier objeto sin pago, nos quejamos de que el IVA al 21% en España, al 25% en Suecia y Dinamarca o al 19% en Reino Unido y Alemania para los eBooks es la causa de su estancamiento comercial y de no difundirse por las redes de forma legal. ¿Realmente si se bajara en todos los países el IVA digital de los libros al 4% la gente los descargaría previo pago?
Yo lo dudo bastante, pero lo que no me parece mal es que los libros tengan su código de identificación. Nadie se planteaba esta cuestión cuando los libros eran impresos, porque un libro sin ISBN era un libro ilocalizable a nivel de ventas en pequeños comercios, ahí está reflejada la edición, la empresa que lo crea, es su "carnet de identidad". Bien es cierto que antes era gratuito y ahora, en España y otros países, se gestiona no desde los órganos institucionales, pero sí desde la Federación de Gremios y Editores de España, que, como todas las entidades de gestión sufren su crisis y tienen que buscar sus propios ingresos. Nos cuesta entender que las cosas no son gratis y que detrás de todo siempre hay una gestión y una estructura que mantener para que todo funcione.
A los editores se les llena la boca con la difusión de la cultura y su gran labor social de formación mediante las ideas, sin embargo, a la hora de pagar el ISBN para poder difundir sus libros más baratos por las redes ponen el grito en el cielo. ¿Cuánto les costaba antes la impresión en papel para un libro que ya sabían de antemano que no tendría grandes ventas? Un libro en digital nunca se sabe el alcance real que va a tener y creo que la inversión compensaría las posteriores ventas a un precio más asequible.
Quizá los más enojados sean aquellos que autoeditan las obras y quieren beneficiarse de grandes distribuidores digitales. En este mundo competitivo hay que poner el listón alto, pero la elección de alcanzarlo o no es libre de cada uno.
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