lunes, 2 de febrero de 2015

Lara, se fue un Grande de España, pero sin título

Para todos los que vivimos por y para el libro este pasado fin de semana ha sido triste y gris y no solo por la climatología. Se nos fue un Grande de la Edición, un Emperador mediático, un Rey del trabajo y la defensa del libro. Es imposible en estos días no tener un recuerdo constante a una gran persona que luchó hasta el último día contra las inclemencias de la vida de la forma que sabía hacer: trabajando.

Sincero, directo, impulsivo, intuitivo, gran amigo, mejor persona, arriesgado, innovador, crítico,
J.M. Lara Bosch. Foto de Ricardo Martín.
español y como el mismo se definía "Cataluz", son algunos de los adjetivos que hemos leído en las cientos de crónicas que se han escrito estos días sobre José Manuel Lara Bosch. Su objetivo siempre fue claro: llevar a su empresa familiar, el grupo Planeta al "Top Ten" de la editoriales del mundo, convertirse en un gran grupo mediático con extensiones en todo el planeta. ¡Y lo consiguió!

Los inicios no fueron fáciles, ni siquiera él tuvo clara su vocación en los primeros años de juventud, pero la vida, a veces, "escribe derecho con los reglones torcidos" y fue la muerte prematura de su hermano menor Fernando, en un trágico accidente automovilístico, lo que le situó como claro heredero de un imperio que ya venía muy bien definido por su padre, José Manuel Lara Hernández.

Podía haberse conformado, el trabajo ya estaba prácticamente hecho, haber vivido a la sombra del deslumbrante carisma del Marqués de El Pedroso de Lara, pero cuando, tras la muerte de éste en 2003, tomó las riendas reales del grupo se destapó una brillante gestión, diversificada, innovadora, internacionalizada que llevó a Grupo Planeta y a Atresmedia a convertirse en fenómenos mundiales de la edición y la comunicación.

Sólo tenía un secreto: trabajar, sólo tenía un objetivo: crecer; para conseguirlo se rodeó de los grandes cerebros del país en todos los ámbitos: política, empresa, cultura... y cada día se preguntaba a sí mismo qué había hecho bien y qué había hecho mal.

No hay nadie perfecto, y es cierto que cuando uno se muere todo son halagos. Dirigir un buque insignia de las características de Planeta a veces conlleva tomar decisiones difíciles, incomprendidas o dolorosas. Pero hay que reconocer su defensa constante de los derechos de autor contra la piratería y las inversiones realizadas por apoyar nuevos proyectos en el mundo del libro.

Ahora viene una sucesión complicada porque "la sombra del ciprés es alargada" y será difícil encontrar un sucesor con el carisma y la decisión de José Manuel Lara. Algunos apuntan a su hijo Pablo, integrante de la empresa desde hace años, o a su fiel colaborador Josep Creuheras, representante de un buen número de los herederos de la familia. Estoy convencida de que él ya lo tendría todo previsto y habrá dejado claras instrucciones para que el barco navegue estable y llegue a buen puerto.

El mundo de la edición se ha quedado de nuevo huérfano, como cuando se fueron Jesús de Polanco (su gran rival) o Germán Sánchez Ruipérez. Poco a poco desaparecen las figuras emblemáticas de un sector en pleno proceso de cambio y renovación.

José Manuel Lara Bosch fue Grande en su complexión física, pero Grande también en su gestión profesional, y Grande en la defensa de sus convicciones, por eso, hoy podemos afirmar que se nos ha ido un Grande de España, aunque no tenga, todavía, el título real que confiere el Rey a la Nobleza. Por la vida nos encontramos, en ocasiones, a grandes nobles sin título.


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